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Octubre 2011
Edición No. 272
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Mis sexenios (43)

José Guadalupe Robledo Guerrero.

El inicio del sexenio montemayorista
Como lo dije anteriormente, Rosendo Villarreal Dávila participó como candidato del PAN a la gubernatura del Estado. Para dar ese salto de chapulín, Rosendo dejó al borrachín de Bibiano Berlanga como Alcalde interino, quien le entregó el poder municipal al priista Miguel Arizpe Jiménez que obtuvo el triunfo en la elecciones, y quien fue tesorero del gobierno de Mendoza Berrueto en el último año de su sexenio, evitando con ello las críticas por el saqueo permanente que realizó “El Tesorito de Eliseo”, Jesús García López, los primeros cinco años del gobierno mendocista.

El panista Rosendo Villarreal fue un pésimo Alcalde: abusivo, corrupto, intolerante, incapaz, y dejó endeudado al ayuntamiento de Saltillo, incluso en uno de los préstamos que solicitó dio como garantía el teatro García Carrillo lo cual entonces era ilegal, pero ahora en 2011, para renegociar la gran deuda de Coahuila que dejara Humberto Moreira, los diputados priistas legislaron que era legal poner como garantía de los empréstitos los edificios públicos. No cabe duda, los políticos siempre acomodan las leyes a su favor.

Durante sus dos años y medio de gestión municipal, para allegarse recursos frescos de los ciudadanos, Rosendo incrementó los impuestos y creó otros nuevos, como la verificación vehicular, la que en su primer año logró verificar 52,500 vehículos, por cuyo concepto ingresaron a las arcas municipales 650 millones de pesos.

La policía municipal de Rosendo se destacaba como ahora por sus abusos, corrupción y agresividad en contra de los ciudadanos. A Rosendo se le ocurrió que era ilegal que una mujer transitara las calles de Saltillo después de la medianoche, pues para el Alcalde panista, las mujeres que andaban fuera de su casa después de las 24 horas eran consideradas prostitutas.

Entre Rosendo Villarreal Dávila y el actual Alcalde de Saltillo, Jericó Abramo Masso, hay infinidad de parecidos. También Rosendo, en el proyecto de ingresos municipales de 1993, incluyó el cobro a los lotes baldíos de un impuesto predial cuatro veces mayor al que tenían, y trató de cobrar un séptimo bimestre del impuesto predial supuestamente para la construcción del drenaje pluvial. La misma cantaleta.

Por éstas y muchas razones más, Francisco Navarro Montenegro solicitó al Congreso estatal que le hicieran juicio político a Rosendo Villarreal, pero el patrón de los diputados locales, Eliseo Mendoza, deshecho esa posibilidad, a final de cuentas los ladrones se protegen entre sí.

Cuatro meses antes de las elecciones de Coahuila, el 24 de mayo de 1993, el país se conmocionó cuando supo la noticia de que el cardenal de Guadalajara, Juan José Posadas Ocampo, había sido muerto a tiros en el aeropuerto de “La Perla Tapatía”.

La información oficial, esa que nunca es verídica, aseguró que al cardenal Posadas lo habían matado en el estacionamiento del aeropuerto jalicience al encontrarse enmedio de un fuego cruzado entre pistoleros de dos cárteles de narcotraficantes enemigos, esto había sucedido cuando fue a recibir al aeropuerto al nuncio apostólico Gerónimo Prigione.

Por esa razón, en la plática semanal que tenía con mi amigo el sacerdote Antonio Usabiaga Guevara, el tema de la charla fue el asesinato del cardenal Posadas. Usabiaga, además de ser un cura culto, de lecturas y pensamientos avanzados, tenía información de primer nivel de cuanto sucedía en la iglesia católica. Se ufanaba de haber sido formado por jesuitas, y no ocultaba sus diametrales diferencias con el papa Juan Pablo II, a quien acusaba de combatir a los promotores de la Teología de la Liberación y de haber desterrado durante su papado todo lo que olía al papa Juan XXIII, “El Papa bueno” como solía llamarlo.

A pocas horas del asesinato, Usabiaga aseguraba -de acuerdo a la información que tenía-que al cardenal Posadas no lo había asesinado en el tiroteo cruzado, sino que fue acribillado a tiros cuando bajaba de su automóvil, lo cual cobraba veracidad con los datos que poco a poco se dieron a conocer. Según las evidencias, la muerte del Cardenal Posadas Ocampo fue provocada por 14 balas de grueso calibre que recibió su cuerpo, y su vehículo tenía 32 impactos de bala, algunos de ellos se habían disparado a un metro de distancia.

Según me confió Usabiaga, la sentencia de muerte del cardenal se había incubado desde que fue obispo de Tijuana. En ese tiempo construyó un seminario, que era el más grande de América Latina, y para ello contó con la generosidad de los narcotraficantes de aquella región.

Después, cuando se desempeñaba como cardenal en Guadalajara, Posadas Ocampo ya no quiso recibir apoyos económicos de los cárteles jaliciences que le insistían en recibirlos, tal como los había recibido en Tijuana. Ante esa presión, el cardenal le informó al nuncio Gerónimo Prigione de la situación, y éste le sugirió que recibiera los narcoapoyos, pero Posadas se mostró renuente a aceptar las ayudas, y le informó al nuncio apostólico que se entrevistaría con el papa Juan Pablo II para informarle del caso.

En eso estaba el cardenal Posadas cuando en el aeropuerto de Guadalajara “lo acribillaron a tiros en la confusión de un fuego cruzado entre pistoleros de bandas de narcotraficantes”. En el momento de su muerte, el cardenal Posadas fungía como Vicepresidente del Episcopado Mexicano, Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, y estaba por cumplir dos años de que el Papa Juan Pablo II le había impuesto el birrete cardenalicio. Posadas Ocampo era pues, un jerarca importante de la iglesia católica.

Posteriormente, los jerarcas católicos utilizaron el asesinato de Posadas Ocampo para presionar al gobierno federal de Salinas de Gortari, sugiriendo que el Estado había mandado matar al cardenal. Antes de eso, el mismo Prigione exculpó a los Arellano Félix del asesinato, luego de que recibió “bajo el secreto de la confesión” a uno de ellos. El caso produjo una controversia mediática entre el gobierno salinista y la jerarquía del catolicismo mexicano. Pese a ello, nunca se aclaró el asesinato de Posadas, pero los jerarcas católicos continuamente sacan a relucir ese caso cuando quieren presionar a favor de sus privilegios.

Para octubre de 1993, trece meses antes de que terminara el sexenio salinista, se mencionaban como precandidatos del PRI a la Presidencia de la República a: Luis Donaldo Colosio Murrieta, Manuel Camacho Solís y Pedro Aspe Armella.

Pero un mes después, el 28 de noviembre, en un breve comunicado de prensa, el Presidente del CEN del PRI, Fernando Ortíz Arana, resolvía la incógnita sexenal, y en nombre de los tres sectores priistas se pronunció en favor del “candidato de la unidad y la esperanza”: Luis Donaldo Colosio Murrieta.

Esta decisión, obviamente presidencial, generaría una soterrada división en la cúpula salinista, pues el principal contendiente de Colosio, el Regente del Distrito Federal, Víctor Manuel Camacho Solís, mostró su desagrado y se inconformó, pero finalmente aceptó la decisión que no le había favorecido. Aún así, con el transcurso de los meses y la aparición de otras circunstancias políticas, Camacho Solís fue separándose del Presidente Salinas de Gortari, hasta que sus relaciones amistosas y políticas se rompieron.

Desde que obtuvo la candidatura presidencial del PRI hasta su muerte en Tijuana, Luis Donaldo fue duramente criticado por la prensa. Se acusaba que su campaña no levantaba en el ánimo de los mexicanos, incluso algunos columnistas no escatimaban palabras para definirse en favor de Camacho Solís. Había un deseo explícito de que Colosio renunciara a la candidatura, para que Camacho Solís ocupara su lugar. El ambiente político estaba caldeado y presagiaba una tormenta.

En la tarde de su destape, el sonorense Luis Donaldo Colosio, en dos escuetas frases que intercaló en su discurso, expresó las razones que lo llevaron a la candidatura presidencial: “Propongo una profunda reforma social”... “Pertenezco a la generación del cambio”.

Según los analistas políticos, Camacho Solís no había sido el elegido porque representaba la profundización de la reforma política; tampoco fue Pedro Aspe Armella porque significaba la continuidad de la reforma económica. Y de acuerdo a los planes del Presidente Salinas, tanto la reforma política como la económica, ya habían sido realizadas en su gobierno, por tal motivo ahora le tocaba el turno a la reforma social, y quién mejor para llevarla a cabo que Luis Donaldo Colosio.

Según los aduladores del poder, Luis Donaldo Colosio había sido el que mejor había interpretado los proyectos nacionales de la “generación del cambio” que encabezaba Salinas de Gortari y un grupo de cuarentones, quienes durante su juventud habían sido influenciados por el movimiento estudiantil de 1968, que terminó con la matanza de la Plaza de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968.

Una cosa era cierta, Luis Donaldo además de pertenecer a la “Generación del cambio”, también era producto de la “cultura del esfuerzo”, dedicado, estudioso, disciplinado, confiable, sensible y trabajador. La primaria, secundaria y preparatoria las había cursado en escuelas públicas, y en todas ellas se destacó por su aplicación y dedicación al estudio.

Luego decidió estudiar economía, pero la Universidad de Sonora no contaba con esa carrera, por eso su padre consiguió los 30 mil pesos para pagar el primer semestre de la licenciatura en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). Después Luis Donaldo se las ingenió para pagar el resto de su estudio, empleándose como Prefecto que le representó habitación y comida a cambio de laborar en dormitorios y comedores.

Por su rendimiento académico, Luis Donaldo fue el mejor alumno de la generación 1968-1972, obteniendo una mención honorífica. Luego de terminar la licenciatura, consiguió en el CONACYT una beca para cursar la maestría de Desarrollo Regional y Economía Urbana en Pittsburgh, EUA. Después se trasladó a Viena, Austria, donde realizó su doctorado en Economía Regional y Urbana.

En 1979 conoció a Rogelio Montemayor Seguy, entonces Subdirector General de Política Económica y Social de la Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP), quien a su vez lo presentó con el director de esa dependencia: Carlos Salinas de Gortari. Así comenzó Colosio su vertiginosa carrera en el sector público, siempre a la sombra del grupo salinista.

Por eso cuando Luis Donaldo Colosio fue destapado como candidato presidencial por el PRI, los bonos de Rogelio Montemayor se elevaron hasta el cielo, y lo comenzaron a candidatear para diversas secretarías de estado, principalmente en la Secretaría de Gobernación, pues nadie dudaba que Luis Donaldo sería el próximo Presidente de México, y que entre Montemayor y Colosio había una gran amistad, además la esposa del candidato presidencial, Diana Laura Riojas Reyes, era oriunda de Nueva Rosita, Coahuila, estado que gobernaría Rogelio Montemayor.

Por eso se pensaba que Montemayor sería gobernador por un año, el último de Salinas de Gortari y luego se iría a la ciudad de México como Secretario en el gabinete de Colosio, y de ahí a la Presidencia, pero el destino fatal de Luis Donaldo frustaría las aspiraciones políticas de RMS.

Rogelio Montemayor tomó posesión del gobierno de Coahuila el Primero de diciembre de 1993, con él llegaron al poder estatal algunos funcionarios y oportunistas que luego reproducirían las mismas mañas de los eliseístas, de las que iremos dando cuenta en la medida en que transcurra nuestra historia.

El mes de diciembre de 1993 fue de festejos y brindis para los nuevos poderosos y beneficiarios del voto popular en Coahuila. Pero el Primero de enero de 1994, el país se cimbraría con la aparición de un grupo rebelde al gobierno salinista: el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), constituido por indígenas chiapanecos y mestizos politizados.

El EZLN se constituyó en algunos municipios de la selva chiapaneca, principalmente en Ocosingo, “La puerta a la selva lacandona”, y sus alrededores. De allí partieron el último día de 1993 hacia San Cristóbal de las Casas, para tomar militarmente la ciudad y enfrentarse con los soldados y policías estatales y municipales, a los que sorprendieron en los festejos etílicos de fin de año.

En su primer comunicado o manifiesto escrito, el EZLN manifiestó que su objetivo era “hacer la revolución socialista y crear una sociedad más justa”. Desde el principio se supo que uno de los principales dirigentes del ejército rebelde era el obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz, y que su dirección político-militar estaba constituida por indígenas y mestizos. Pasado el tiempo, surgió como líder visible del EZLN el subcomandante Marcos, quien fue conocido mundialmente por la utilización del Internet como herramienta de información y comunicación.

Algo que dio mucho en qué pensar, fue que en uno de los manifiestos del EZLN, se criticaba la nominación de Luis Donaldo Colosio como el candidato del PRI a la Presidencia de la República, lo que hizo suponer que ese movimiento rebelde estaba íntimamente ligado a la política electorera que se da en México al final de cada sexenio presidencial.

La especulación política no se hizo esperar, diversos columnistas en todo el país comenzaron a responsabilizar del levantamiento armado del EZLN a diversos políticos salinistas. Hugo Andrés fue uno de los acusados por su militancia y cercanía con Chiapas. Además se convalidaba esa acusación, argumentando que el EZLN tenía ideología maoísta, la misma que tenía Hugo Andrés Araujo, entonces Presidente de la Confederación Nacional Campesina (CNC), y hasta se suponía que los líderes del EZLN eran compañeros de Hugo Andrés.

Por cierto, tiempo después, platicando con Noé Garza Flores sobre el tema, me contó una anécdota que vivió por esos aciagos días. Al día siguiente del levantamiento armado, Noé (entonces subsecretario de la CNC), acompañó a Hugo Andrés a Los Pinos para entrevistarse con el Presidente Salinas. Ese día Noé vio al Presidente agotado, cansado y con visibles rasgos de no haber dormido en días. Según Noé, el Presidente Salinas se acercó a Hugo Andrés y le dijo: “Se aceleraron nuestros cuates”. Esta anécdota hace suponer que el Presidente Salinas conocía bien a los dirigentes rebeldes del EZLN.

Por otro lado, pese a las decenas de muertos y heridos que hubo aquel Primero de enero de 1994 en San Cristóbal de las Casas, el gobierno salinista no reprimió el movimiento como lo esperaban los ultraderechistas del sistema y los generales del ejército que estaban sumamente encabronados, al contrario, se le tuvo consideraciones a los rebeldes, y hasta los diputados federales y senadores del Congreso de la Unión, constituyeron en marzo de 1995 la Comisión de Concordia y Pacificación (COCOPA), que hasta la fecha subsiste, y la cual sólo ha servido de diálogo entre sordos y paralíticos, pues sus acuerdos nunca fueron respetados por el gobierno federal que ya para entonces encabezaba Ernesto Zedillo Ponce de León.

El 13 de enero de 1994, a 13 días de la aparición del EZLN, me trasladé a la ciudad de México invitado por mi amigo Hugo Andrés Araujo de la Torre. En aquella ocasión asistí con él a una reunión en Los Pinos que el Presidente Salinas tenía con dirigentes y grupos representativos de los tres sectores del PRI: CTM, CNOP y CNC.

Terminado el evento, Hugo Andrés me invitó al Estado de Quintana Roo a donde iría para cabildear algunos acuerdos y decisiones que se habían tomado para enfrentar la situación que había generado la rebelión chiapaneca. Volamos en un viejo avión desde el campo militar hasta una pequeña pista aérea en el municipio de Carrillo Puerto que se encontraba enmedio de la selva baja en donde viven laguneros que se fueron a colonizar aquellas tierras.

Acompañábamos a Hugo Andrés, mi amigo Patricio de la O, que entonces era delegado de la CNC en Quintana Roo, y que por años había sido secretario particular del obispo Samuel Ruiz, y yo. Al llegar a Carrillo Puerto fuimos recibidos por el gobernador de aquel estado fronterizo del sureste mexicano, Mario Villanueva Madrid, quien luego de terminar su sexenio fue encarcelado, acusado de narcotráfico, y hasta la fecha sigue preso proclamando su inocencia.

Al llegar abordamos un camión de pasajeros el gobernador Villanueva, la Secretaria de gobierno de Quintana Roo, Hugo Andrés y yo. Al salir al camino de terracería que nos conduciría a Chetumal, frontera con Belice, nos encontramos con un retén de la policía federal. Al verlos, el gobernador Villanueva Madrid ordenó parar el camión, bajó y se enfrentó a los policías. Sumamente encabronado les preguntó qué hacian allí, quién los había enviado, y le recordó al jefe de los policías: que ya los había mandado a chingar a su madre, que se fueran de su Estado o los detendría y los encarcelaría.

Luego que volvió al camión se sentó a un lado mío y le explicó a Hugo Andrés la razón de su exabrupto. Según él, en los días que siguieron al levantamiento del EZLN, los policías federales había establecido retenes alrededor de Chiapas, para evitar que hubiera comunicación entre los indígenas rebeldes y los indígenas mayas de la península de Yucatán.

En uno de esos días, un retén policiaco se había topado con tres dirigentes mayas: un sacerdote y dos capitanes, que andaban de caza por la selva. Y como no quisieron entregar sus armas, que eran fusiles viejos, los golpearon y los detuvieron. Luego vinieron los reclamos de los descendientes mayas, hasta que el gobierno estatal lo liberó con una disculpa.

Villanueva Madrid se dirigió a Hugo Andrés y le dijo: Te imaginas qué hubiera pasado si no los liberamos, o si a estos cabrones se les hubiera pasado la mano. Hugo Andrés no contestó, pero yo me imagine que si hubiera sucedido algo fatal, toda la península se hubiera incendiado con el apoyo de los indígenas mayas al movimiento del EZLN.

Días después, las Asociaciones Rurales de Interés Colectivo (ARIC), que son “Unión de Uniones Ejidales y Sociedades Campesinas de Producción Rural”, se pronunciaron respecto al levantamiento chiapaneco, argumentando que estaban de acuerdo con los objetivos justicieros que perseguía el EZLN, pero no con sus métodos violentos...

(Continuará).
El inicio del sexenio montemayorista...

 
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